7 feb 2018

Star Wars: The Last Jedi - Una Retrospectiva (Parte 2 de 2)



Porque Star Wars: Los Últimos Jedi no es una película más de esa saga galáctica. Es lo que fue el Episodio V y ese “No, yo soy tu padre” en su momento; un cambio que hacía falta; mostrar que Star Wars puede seguir siendo Star Wars y puede alejarse de tramas que giran continuamente alrededor de uno de los Skywalker, así como en torno a la Fuerza. Y eso que los primeros pasos en este nuevo rumbo ya los había dado Rogue One con su ausencia (casi) total de Jedi. Pero aquí no acaba la cosa. Porque, aunque The Last Jedi sea capaz de introducir una serie de tramas más alejadas de lo que suele tenernos acostumbrados Star Wars, o manejar la historia con mucho más humor del que uno pudiera estar acostumbrado, la película se encarga también de recoger esa lucha continua entre lado Oscuro y lado Luminoso con unos personajes que El Despertar de la Fuerza no hizo más que presentar. Ya que es en esta ocasión cuando vemos a un Kylo Ren mucho más moldeado que se aleja en gran medida de ese niño caprichoso e irascible que, al menos personalmente, había sido lo único apreciable en el nuevo “malo” de esta trilogía.

Será Los Últimos Jedi la encargada de mostrar los motivos de Ben Solo para actuar como actúa; de alejarlo de ese fan loco de Darth Vader que conocimos en El Despertar de la Fuerza para convertirlo en alguien con personalidad propia y con unas motivaciones bastante claras. Es The Last Jedi la encargada de dejar claro que Ben, o Kylo no es sino alguien que únicamente está buscando el progreso, alejarse de esa senectud milenaria que lleva enfrentando a Sith con Jedi. Y de la misma manera, la película que se encarga de arremeter contra todo lo que supuso El Despertar de la Fuerza para este personaje -véase el momento en que Kylo Ren se encarga de destrozar su famoso casco y deja bien claro que ya no es la misma persona-, Los Últimos Jedi se busca hacer exactamente lo mismo con Rey, la contraparte del personaje de Adam Driver. Porque, si bien la película hace referencia al poder latente de la joven aprendiz de Jedi con una escena donde Snoke reprende a Kylo por haberse dejado vencer por alguien que nunca había llegado siquiera a imaginar entrar en contacto con un sable de luz, la película tampoco se corta al dejar claro que esa Rey inocente que creía que todo tenía salvación -esa Rey que no parecía sino una reencarnación de aquel Luke que buscaba por cualquier medio resarcir a su padre-, ha dejado de existir como tal.

Un camino que comienza con el personaje de Daisy Ridley en el mismo papel que el joven Luke Skywalker, y que concluye con ella misma transformada en esa versión algo más oscura del maestro Jedi. Una versión aun más fuerte; porque mientras que Luke ha acabado dándolo todo por perdido y recluyéndose en su santuario, Rey ofrece la visión de la esperanza: Sí, de acuerdo, todo parece estar perdido. Habrá personas que busquen expandir esa destrucción que otros se están encargando de evitar. Y por supuesto, muchos de los primeros no querrán cejar en su empeño. Pero eso no significa que una tenga que aceptarlo y mirar para otro lado. De nuevo como con Kylo Ren se muestra una visión mucho más progresista; una faceta mucho más activa; algo más cercano a esos Jedi grises que se nos presentaron con Qui-Gon Jinn en la Amenaza Fantasma y que ya no ven la Fuerza como una lucha entre dos bandos. Otro de esos cambios que Los Últimos Jedi se encarga de introducir y que parece servir como punto y aparte para aquel enfrentamiento en el que los Jedi eran los únicos que parecían llevar la razón.

Además, también han sido muchas las voces que se han quejado de la forma en que regresan dos personajes clásicos como son Luke y Leia. Del primero se ha tachado su actitud, su pérdida de la fe, su dejadez, e incluso se ha llegado a criticar su sublime último acto. De acuerdo que tal y como estaba planteado el personaje en el Episodio VII, y la forma en que parecía que iba a acabar desembocando en el Episodio VIII, todo venía a indicar que este no era el Luke Skywalker que nosotros conocíamos. Y más aún cuando muchos todavía guardábamos en nuestra cabeza esa imagen de un Luke capaz, no solo de entrenar a un inmenso número de jóvenes aprendices, sino de vencer a espíritus Sith todopoderosos y soportar más de un levantamiento de su alumnado. De hecho, toda comparación entre este nuevo universo y el antiguo comenzó con Kylo Ren y Darth Caedus; ambos hijos de Han y Leia, ambos futuros aprendices del lado Oscuro, pero cada uno de un universo diferente; el primero del canónico, y el segundo del universo de Leyendas.

Porque mientras que los actos de Caedus solo significaron que Luke luchara sin descanso hasta detenerle, los actos de Ren tan solo logran apartarle de algo que parecía imposible si nos atenemos a la trilogía original: las enseñanzas de los Jedi y el uso del lado Luminoso de la Fuerza. Sin embargo, a medida que avanza este Octavo Episodio, puede verse un gran cambio en Luke motivado por Rey; algo que le acaba llevando a replantearse la situación en la que se encuentra la Fuerza en aquel momento, así como su aprendizaje y todo a lo que le había supuesto el saber de los Jedi. Un punto que se ve reflejado perfectamente en aquella conversación con el espíritu de Yoda, que no sirve sino para ejemplificar que todo debe evolucionar para adaptarse a los cambios futuros. En este caso, al cambio de generación entre los antiguos y los nuevos fans de Star Wars.

En cuanto a Leia, muchos son los que no han querido aceptar que sea capaz de utilizar la Fuerza. O que pueda haber llegado a ser tan poderosa en la Fuerza como para escapar de la muerte- después de que la Primera Orden bombardeara la cabina de mando donde se encontraban todos los líderes de la Resistencia-. En cuanto a este punto, e intentando obviar el contenido misógino de las quejas, así como ya han expresado muchas otras personas anteriormente, no hay más que regresar a la trilogía original para ver todos aquellos detalles que, no solo inducen a pensar que Leia sería quien se encargaría de acabar con el Emperador, y no Luke. Sino que, incluso en el enfrentamiento final entre este y Vader, el Lord Sith deja bastante claro que Leia puede ser igual, e incluso más poderosa que su hermano. Por otra parte, hay que tener en cuenta que si la princesa convertida en general no da muestras en la trilogía original de un dominio total de la Fuerza, ya que tan solo aparece representada como otra persona sensible a esta, es debido a que, a diferencia de Luke, ella no ha pasado por ningún tipo de entrenamiento. Pero entre el Episodio VI y el VIII se ve que han circulado unos cuantos años; por lo tanto es más que probable que la líder de la Rebelión y posteriormente de la Resistencia haya sido capaz de aprender más que unos pocos trucos desde aquel lejano entonces.

Y volviendo a Rey y a su papel como nueva “Elegida”, este último Episodio retoma ese punto tan importante, tanto en la trilogía original como en las precuelas, donde, ya sea una profecía, ya sea la voz de los Jedi, dejaban bastante claro que solo una persona -por algún motivo venía recogido que debía portar el apellido Skywalker- sería capaz de acabar con el mal encarnado en el papel de los Sith. Porque, de nuevo Johnson se encarga de arremeter contra El Despertar de la Fuerza, así como contra todos los fans de Star Wars que se quedaron con la duda de saber quiénes eran los padres de Rey. Y después de todo tipo de teorías que se esforzaban por señalar que la nueva protagonista de esta trilogía solo podía ser tan poderosa por descender, bien de Obi-Wan, bien de Luke, Los Últimos Jedi ofrece una respuesta mucho más sencilla: Rey no es especial por ser hija de nadie. Algo muy similar a lo que ya ocurrió en su momento con Anakin Skywalker, cuyo padre había sido siempre un misterio; y algo que dice mucho de este personaje. Porque no necesita ir de la mano de nadie para conseguir sus objetivos, tal y como va demostrando la película. Primero con la relación de Rey con Luke; porque hasta ese momento Rey, así como la mayoría de espectadores parecíamos tener claro que lo único que podía ayudar a esta inexperta en los caminos de la Fuerza, eran las enseñanzas del viejo maestro. Algo que después abre el camino a que Rey parezca necesitar buscar de ese apoyo en Kylo Ren para, finalmente darse cuenta de que todo lo que creía que le ayudaría, no hace más que convertirse en impedimentos. Se transmite una filosofía que concluye con aquel pensamiento de “Y ahora que Luke ya no está, ¿cómo va a poder convertirse Rey en Jedi?” Porque puede que Rey, esa joven que en su primer duelo con espada laser fuera capaz de derrotar a alguien que había pasado toda su vida entrenando, primero con unos (Luke), luego con otros (Snoke), y del que se decía que era una persona con un gran poder latente; sea capaz de salvar el mundo a su manera.

Además, aquí vuelve a apreciarse ese nuevo cambio en el modo de ver Star Wars. Ya no se trata de un enfrentamiento entre Jedi y Sith. Recordemos otro de los palos de Johnson a El Despertar de la Fuerza encarnado en aquel momento en que el Líder Supremo Snoke; un tipo de lo más singular, un personaje con un gran dominio de la Fuerza, un enigma viviente -al que muchos buscaron situar de alguna manera en el universo de Star Wars. Pues alguien tan poderoso, como ya pasó con Rey, no podía aparecer de la nada-, acaba sucumbiendo de una forma bastante ridícula.

Y ahora toca repasar ese lamentable espectáculo que dieron algunos con la revisión de la película, que planteaba la supresión de todas las mujeres de esta. Porque si Star Wars: Los Últimos Jedi ha sido muy aplaudida por mostrar una galaxia más real donde no solo viven hombres, así como por haber sido la única película de Star Wars hasta el momento, que cuenta con más de dos mujeres en puestos de gran relevancia, o con más de una única escena con una mujer distinta de protagonista, también ha sido sobradamente criticada por esto mismo. Unas quejas que se escapan de toda lógica y que intentan tapar o excusar ese machismo con un “si ya estaba bien antes, ¿para qué tienes que tocar nada?” a los que parece asustarles, no ya el hecho de que en la Resistencia haya mujeres en los altos mandos, sino que incluso haya mujeres pilotando cazas y hasta sirviendo dentro de la Primera Orden; una institución que busca acercarse a más no poder al Imperio, donde claramente, no había ninguna Stormtrooper mujer; véase el sarcasmo. Una situación que nos ha permitido, no solo descubrir a personajes tan icónicos como la vicealmirante Holdo, que todo el mundo recordará por ser la responsable de una de las mejores escenas, sino la mejor de toda la película; Paige Tico, encargada de destruir el Acorazado de la Primera Orden que impedía a la Resistencia evacuar su base de D’Qar; Tallissan Lintra, considerada una de las mejores pilotos de la flota; Kaydel Ko Connix, interpretada por Billie Lourd, y una de las responsables del motín que buscaba acabar con el plan de Holdo de evacuar la última nave insignia de la Resistencia; y, por supuesto, Leia Organa, Rose Tico y Rey.

Por tanto, de acuerdo que Star Wars: The Last Jedi no es una película de Star Wars al caso. Pero precisamente por eso este Octavo Episodio es lo que le hacía tanta falta a la saga. No se trata de reventarla, como muchos se han atrevido a decir, sino de mostrar que se puede hacer un trabajo magnífico, introducir un gran número de cambios y nuevas ideas, y modificar sin miedo y sin hacer de menos lo que algunos consideraban sagrado. En definitiva, adaptar una saga a un nuevo público y a una nueva generación, y no por ello perder esa esencia que es la que a muchos nos ha llevado a considerar este como uno de nuestros universos fantásticos y sagas favoritas.

Star Wars: The Last Jedi - Una retrospectiva (Parte 1 de 2)


Por la cantidad de SPOILERS que contiene, se da por supuesto que se ha visto la película.

Desde el estreno en 1977 de la que más tarde sería conocida como Star Wars: Una nueva esperanza, la serie galáctica de George Lucas ha sabido ganarse a multitud de fans. Ya sea por esa trilogía original, por los efectos especiales de los que siempre ha hecho gala esta saga, o por la maravillosa banda sonora de cada uno de sus productos.

Porque Star Wars no es algo que se reduzca únicamente a la gran pantalla y a las nueve películas que se han estrenado hasta el momento. Esta saga abarca también multitud de historias que hemos podido ir descubriendo en libros, series de animación, videojuegos… E incluso, en algunos casos se nos presentaba una visión mucho más amplia de ese universo que comenzaría a cimentarse sobre personajes tan icónicos como Darth Vader, la princesa y posteriormente general Leia Organa, o aquel jedi, Luke Skywalker, cuyo recorrido seguiríamos muy de primera mano.

Porque gracias a lo que conocimos como el Universo Expandido, se dio pie a que nos internásemos en los más oscuros secretos de esos misteriosos Sith, a descubrir el porqué de su famosa Regla de Dos, o a analizar una filosofía que poco a poco parecía alejarse de aquello de que los jedi eran, siempre habían sido y siempre serían los buenos de la historia. Por eso, cuando George Lucas decidió vender la franquicia a Disney, y la compañía anunció su intención de retomar la producción de nuevas sagas, muchos agradecimos ese soplo de aire fresco que llevaba a indicar que íbamos a tener mucho Star Wars para rato. Grandes noticias que se vieron truncadas casi de inmediato cuando se dejó claro que la intención de Disney era deshacer de un plumazo todas aquellas historias que nos presentaron a personajes tan maravillosos como Mara Jade o Jacen Solo entre otros. Ya que a partir de ese momento estas historias pasarían a formar parte de un universo aparte no canónico conocido como Leyendas.

Por eso, personalmente, la llegada del Episodio VII de Star Wars lo hizo como un jarro de agua fría. Puesto que lo único que veía en ese Despertar de la Fuerza era un remake casi calcado de aquella Nueva Esperanza del 77. Una historia a la que no le veía más atractivo que un par de reencuentros muy esperados junto con algunos personajes que llegaban con fuerza, y a quienes este nuevo rumbo de la saga galáctica no parecía hacerles bastante justicia. Y entonces llegó el primer Spin-off de Star Wars en forma de película. Un Spin-off que presentaba una historia que a nadie le pillaría por sorpresa: el robo de los planos de la Estrella de la Muerte. Una misión que había costado la vida a muchos bothans, como nos hizo saber Mon Mothma en el Episodio VI de la saga.

Y aunque la historia cojeaba por muchos lados, sobre todo por la ironía que parece desprenderse del hecho de que la protagonista de la historia; el personaje más importante, sea la única mujer que cuenta con más de tres escenas en toda la película, Rogue One nos dejó con grandes momentos y con un planteamiento mucho más maduro de lo que estábamos acostumbrados a ver en Star Wars. Porque los buenos, los personajes principales, no siempre tienen porqué acabar con ese final agradable. Ni siquiera tienen porqué salir con vida de su misión suicida.

Y entonces llega Star Wars VIII: The Last Jedi. Una película que, a pesar de aparecer justo después de ese final tan lógico y al mismo tiempo sorprendente de Rogue One, daba la sensación de ir a convertirse en otra copia descarada del material de la trilogía original. Y sin embargo, lo maravilloso de The Last Jedi es, precisamente que sabe aprovechar todas las quejas y críticas negativas que había ido recogiendo su predecesora, el Episodio VII, y utilizarlas en su favor. Y no solo eso, sino que, además se basa en algunas ideas que, si bien es cierto nunca habían llegado a quedarse fuera del canon oficial como tal, aparecían en algunas de aquellas historias que habían pasado a llamarse Leyendas. Apuntes que el mismo Rian Johnson se encargaba de destacar a través de su cuenta de Twitter.

Sin embargo, de nuevo volvemos a encontrarnos con una película que recoge opiniones igual de dispares, y que no parecen ir a ponerse de acuerdo en poco tiempo. Porque lo que para unos ha sido una gran película, capaz de situarse, si no por encima de alguno de los Episodios de la trilogía original, sí a su misma altura; para otros no ha sido más que un producto que peca de considerarse canónico de Star Wars. Y como viene intuyéndose, servidor es de aquellos que consideran que, gracias a Los Últimos Jedi, he vuelto a hacer las paces con esta saga galáctica que tanto me ha aportado. Y ahora es cuando toca explicar el porqué de esta reconciliación metafórica.

Uno de los puntos que más se ha criticado de este octavo Episodio es ese “exceso” de humor que hay quien considera innecesario. Algo que se ve desde el primero momento con esa escena de Poe Dameron provocando descaradamente a un general Hux, cuya autoridad como uno de los líderes de la Primera Orden acaba totalmente por los suelos. Un inicio, que da pie a una batalla espacial de lo más épica, con Poe maniobrando su Ala X de manera espectacular y que, por primera vez, no solo presenta a pilotos varones en plena acción. De hecho, si hay algo que destaca precisamente de este enfrentamiento, es la epicidad que desprende Paige Tico; la encargada de protagonizar una secuencia de lo más impresionante; bombardear el Acorazado Estelar, objetivo final de esa misión de la Resistencia encabezada por Dameron.

Más tarde, la película volvería a hacer gala de ese humor que parece no haber gustado a todo el mundo, saboteando intencionadamente la escena final de El Despertar de la Fuerza. Esa que el mismo Mark Hamill ya se había encargado de representar en varias ocasiones, siempre en clave de humor, y que, hasta ahora, parecía indicar que contaría con un discurso o, al menos unas palabras por parte de Luke hacia esta nueva y joven aprendiz de Jedi, Rey. Porque es aquí donde aparece uno de los zascas que Los últimos Jedi se reservaba para El Despertar de la Fuerza. Por otra parte, si esa tensión que nos había prometido la escena en sí del film dirigido por J.J. Abrams se venía completamente abajo de un modo casi satírico, Rian Johnson no parece buscar ofender de ningún modo con el resto de escenas pensadas para divertir al espectador. Es decir, en esa apertura de Los Últimos Jedi, no se observa malicia alguna por parte del director hacía los fans de Star Wars, como sí lo hace la famosa escena del encuentro de Rey con Luke.

Otra de las claves que también se ha criticado es aquella que envuelve la trama referente a la misión de Finn y Rose de infiltrarse en la nave insignia del Líder Supremo Snoke para así dar una oportunidad a los supervivientes de la Resistencia de escapar de las garras de la Primera Orden. Una serie de críticas que se centraban sobre todo en Rose Tico y en lo “intrascendente” de este personaje. No obstante, el personaje interpretado por Kelly Marie Tran tiene uno de los papeles más importantes de la película: por una parte, dar mayor visibilidad a la mujer dentro de un universo que, hasta ese momento contaba con un número tan limitado de personajes femeninos, que podían contarse con los dedos de una mano. Por otra, introducir un personaje que, aun teniendo tanta fuerza como Rose, con una entereza que le lleva a ser capaz de renunciar a uno de lo únicos recuerdos que le quedan de su hermana recientemente fallecida -en pro de la defensa de las ideas de esta y del éxito de su plan-, se aleja de esa lucha entre Lado Luminoso y Lado Oscuro en la que, al final, suelen derivar todas las tramas de Star Wars.

Y esto desemboca en las quejas derivadas de la trama per sé protagonizada por Finn y Rose. Un hilo que presenta una misión a la desesperada encabezada por una encargada de mantenimiento de la Resistencia; y un exsoldado de la Primera Orden cuyos éxitos más notables parecen reducirse a haberse cruzado en el camino de Dameron y de Rey, así como a haber desertado de ese nuevo Imperio.

Porque, como puede intuirse, ninguno de estos dos tiene demasiada experiencia en una tarea tan importante como pueda ser convertirse en la opción desesperada de la Resistencia. Y precisamente aquí es donde se encuentra parte de la importancia de este grupo de héroes recién convertidos. Porque se trata de personas cotidianas. Personas totalmente alejadas de ese estereotipo de “Elegidos” para salvar el mundo o futuros salvadores de este, como puedan ser Luke Skywalker o Rey; algo de lo que se hablará más adelante, y que Johnson ya se encarga de desvirtuar a través de otra serie de golpes importantes a los cliffhanger propuestos por El Despertar de la Fuerza.

Pero volviendo a este acto protagonizado, primero, por un personaje que se encarga prácticamente de ir detrás de Rey y por otro, totalmente desconocido hasta este Episodio VIII, queda la discusión que surge del hecho de que su misión en solitario es algo completamente inútil y prescindible. Porque, de acuerdo que en un primer momento pueda llegar a sonar bien conseguir algo de tiempo para facilitar el escape de la Resistencia, de las fuerzas de la Primera Orden; pero a medida que avanza la trama nos vamos sumergiendo en una historia escrita para ir encariñándonos con Finn y con Rose y para ver cómo estos dos van conociéndose poco a poco de cara al espectador.

De hecho, al analizar esta parte de la trama de Star Wars: Los Últimos Jedi, es muy sencillo ver que la decisión de ayudar a la Resistencia no va sino a acarrear más problemas de los que podría haber solucionado. Ya sea por la traición al estilo Lando Calrissian, o por el hecho de que la captura de Finn, Rose y BB-8 no sirve sino para alertar al enemigo del verdadero plan de los líderes de la Resistencia.

Un hilo de la trama que sirve para rehacer la idea que pudiéramos tener de Star Wars. Esa idea de que los planes, por desesperados que pudieran parecer, siempre acababan teniendo éxito en este universo galáctico. Esa idea de que en Star Wars todo tenía que ser blanco o negro, bueno o malo; y que cuando aparecía un personaje como Calrissian, capaz de vender a Han Solo, así como traicionar a los Rebeldes y servírselos en bandeja a Darth Vader, al final acabaría mostrando sus verdaderas cartas y convirtiéndose en uno de los más eficientes líderes de esa Rebelión. Porque es DJ, el personaje al que da vida Benicio del Toro, el encargado de ir dejando caer esas migas de la discordia durante cada una de sus escenas. Ya sea en el momento en que deja claro que no trabaja gratis por ninguna causa, o en esos momentos en los que intenta hacer ver a Finn, no solo que unas veces se pierde y otras se gana, sino que, al final, en la guerra todo vale. Y lo que uno considera un mal a eliminar como pudieran ser los traficantes de armas de Canto Bight, puede acabar convirtiéndose en los salvadores de la Resistencia. En aquellos dispuestos a jugársela a la Primera Orden y vender armamento, tanto a estos, como a aquellos dispuestos a enfrentárseles.

Y si hasta ese momento todo aquel que estuviera viendo la película tenía por seguro que el improvisado plan de Poe, Rose y Finn iba a resultar exitoso sí o sí, Johnson se encarga de darnos un tortazo de realidad y deja claro que no todos los planes tienen porqué acabar bien. Una bonita analogía entre esta misión y aquella con la que comienza la película, donde, a pesar de los resultados, se pierden más vidas de las que podrían haberse salvado. Algo que la película ya se encargaría de usar como predicción para ese desastroso final de la misión de Rose y Finn.

Por otro lado, también se ha hablado mucho de que en esta ocasión toda la trama viene motivada por una historia que se centra en la Resistencia abandonando sus naves sin combustible mientras lucha por mantenerse fuera del rango de tiro del crucero de la Primera Orden. Una especie de carrera contrarreloj que viene a alejarse, de nuevo, de ese Star Wars que muchos conocíamos. Pero es que este es otro de los grandes aciertos de la película; introducir algo completamente nuevo en una saga que, como puede apreciarse con Star Wars: El Despertar de la Fuerza, peca casi en exceso de conservadurismo. Una saga que parecía temer mostrar algo distinto, o dar un salto, por pequeño que fuera, en otra dirección por miedo a ofender a los fans.