Una de las medidas más recurrentes a la hora de combatir el
cambio climático, ha sido siempre la sustitución del vehículo privado, por el
transporte público o medios no contaminantes, como la bicicleta.
Sin embargo, si bien podría parecer que cada vez se están
tomando más medidas a favor de este medio de transporte, reconocido como
vehículo y que, por tanto, cuenta con su propia normativa dentro de la
legislación vigente, lo cierto es que en muchas ocasiones los ciclistas pueden
sentirse muy desprotegidos, e incluso acosados.
En los últimos 11 años, las cifras de ciclistas fallecidos
han ido ascendiendo. Y en 2017 (78 fallecidos), este dato se tornaba como el
más alto desde 2007 (89 muertos). De hecho, según la DGT, si bien los
accidentes en vías interurbanas, con ciclistas implicados, han descendido
considerablemente en nuestro país; no ocurre lo mismo en las vías urbanas,
donde el número ha llegado a ascender tanto, que se sitúa al mismo nivel que datos de los años 90.
Pero lo más destacable de esta cuestión aparece a la hora de
comparar los datos de la Comunidad de Madrid. Porque, si bien es cierto que el número
de ciclistas fallecidos no llega a superar las dos personas al año, el repunte
de ciclistas heridos, al igual que pasa con el resto del país, no ha hecho más
que aumentar en los últimos años (690 heridos leves, y 67 heridos graves en
2017).
Para que se produjera un cambio drástico en estos datos, la
Dirección General de Tráfico, empujada por multitud de asociaciones de
ciclistas, ha luchado para que se empezaran a establecer y a tomar medidas
efectivas en la protección de estos. Una serie de normas que, si bien podrían facilitar
la circulación de estas personas por carretera, autopista o autovía, no hacen sino
dificultar el uso de la bicicleta dentro de ciudad.
Por una parte, la falta de vías de carril bici obligan a que
todo aquel que quiera, o tenga que usar este vehículo, tenga que hacerlo por la
calzada. Una medida que se convierte en obligación, y, por tanto, recoge otra
serie de normas a cumplir. Porque al circular junto con coches, motos y demás
vehículos motorizados, los ciclistas deben: llevar timbre (nunca bocina u otro
elemento similar), utilizar una luz parpadeante roja en la parte trasera de la
bicicleta, y otra blanca, en la parte delantera (aunque esto solo es totalmente
obligatorio en momentos o zonas de escasa visibilidad), y obedecer las mismas
normas que cualquier otro vehículo que circule por calzada [respetar la
señalización, no saltarse los Stop o Ceda el paso, e ir a una velocidad que no se
encuentre por debajo de la mitad de la velocidad máxima permitida para no obligar
a otros vehículos a frenarse bruscamente] .
Por otra parte, si se tratase de un espacio donde los
peatones tengan preferencia, pero no uso exclusivo, al llegar a pasos de cebra,
el ciclista deberá bajarse de la bicicleta y cruzar andando. Al mismo tiempo, si
se trata de una acera de uso exclusivo para peatones, el ciclista deberá hacer
lo propio e ir andando. Es decir, que casi en un 70% de los casos, el uso de la
bicicleta estaría destinado de manera exclusiva a la calzada. Aunque no a toda
la calzada, ya que los ciclistas deben ir, lo más pegado posible a la acera, evitando
cualquier posible molestia al resto de vehículos.
A todas estas medidas, se les suman también otras que vendrían
a explicar qué elementos debe tener una bicicleta siempre (como la obligación de
llevar timbre). Una normativa que, junto con otras de las normas planteadas por
la DGT y por la normativa de circulación con vehículo, parece que pretendan agrupar
todo tipo de bicicletas en un solo tipo; sin diferenciar que se trate de una bicicleta
para la circulación por ciudad, una de carreras, de montaña… O, que el ciclista
se encuentre en mejor o peor forma, no quiera ir demasiado rápido, etc.
Son todas estas normas, así como la falta de otro tipo de
medidas más efectivas, las que llevaron a que en 2017 se produjesen en Madrid
más de 590 multas solo a ciclistas. Unas sanciones que varían entre los 60 y
los 1.000 euros, y que en su mayoría corresponden a ir con la bici con los
auriculares puestos, o a circular por aceras.
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